Hoy es mi cumple
El año pasado ocurrió algo, tal vez no extraordinario, pero sí desacostumbrado para mí. Cumplía años, 9 lustros para ser exactos, y por primera vez en mucho tiempo recibía el aniversario no con indiferencia o desazón, sino con verdadera ilusión. Estaba en la batahola de mi annus mirabilis, sobre el que ya escribí en una entrega anterior. Hoy hace un año que vivía con la seguridad de que después de una serie de decepciones, estaba recibiendo una nueva oportunidad.
En el lenguaje de los videojuegos, hablaríamos de esa “vida extra” o esa nueva dosis de energía que te llega cuando estás a punto de perder la partida, pero me parece demasiado dramático. Prefiero otra metáfora. En lenguaje ochentero, o por lo menos el de aquellos criados antes de la era del CD, hablaríamos de la “cara B”. En los antiguos cassettes llegaba ese punto de mutismo total en que el lector de la cinta llegaba a la parte sobre la que ya no había banda magnética y se oía en los altavoces el silencio absoluto, justo antes de que el reproductor emitiera un chasquido anunciando el final del recorrido.
La cara A solía contener los grandes éxitos, las canciones que se iban a editar para la radio y que los productores querían que sonaran en las demostraciones en las tiendas de discos. Era la sección promocional, con frecuencia la de producción más pulida, la que le entrega al público más amplio lo que está esperando. En la cara B quedaban las canciones de relleno, las versiones de otros grandes éxitos, las que no habían pasado la prueba de los focus groups por parecer más discretas o enganchar menos.1
Muchos artistas ponían en la cara B las rarezas, los experimentos, los caprichos, pistas acertadas o fallidas donde suele mostrarse el lado más auténtico o certero de los artistas que las producían. No soy un gran fan de los Beatles pero “Tomorrow Never Knows” me parece una de las mejores canciones de la historia. A la cara B pertenecen “Sufragette City” de David Bowie, “Hurt” de Nine Inch Nails, “Purple Rain” de Prince, “Won’t Get Fooled Again” de The Who. Podría seguir, pero esta publicación no trata sobre música—al menos no la que suena en los instrumentos.
Yo pasé años en un estado de suspensión, cuando parecía que había sonado la música que tenía que sonar. Ya había hecho lo que se suponía que debía hacer, y cuando eso trajo una serie de decepciones, de repente todo se volvió mudo. El lector de la cinta patinaba sobre una zona transparente sin banda magnética y no había sonido, no había nada, el vacío. Se acabó la música. Hasta que algo le dio la vuelta a la cassette, descubrí paisajes que no son de este mundo y algo se agitó en mi interior, devolviéndome a la vida.
Hace un año estaba en una fase expansiva, gozando la emoción de muchos descubrimientos inesperados. Este año 2022 viene siendo más tranquilo. Sigo descubriendo y aprendiendo, pero trato de demorarme en reflexionar y escribir más. No hay tantas novedades, y creo que está bien así pues no sé si el cuerpo me da para tanto y, como la mayoría de los mortales, tengo que trabajar (o al menos hacer ver que trabajo) para ganarme la vida.
No sé qué filósofo antiguo escribió o dejó dicho que una parte importante de la madurez consistía en reencontrarse con el niño que habías dejado de ser. No creo que haya una sola manera de hacer esto. Habrá la aloparentalidad, el reencuentro con una inclinación abandonada, un amor tardío, osar a lo que nunca antes te habías atrevido. Para mí han sido los descubrimientos a la luz de las drogas visionarias. Sigo agradecido por esta inesperada cara B y espero con interés y alegría las rarezas que traiga. Seguiré escribiendo y espero seguir encontrándote, en este lado o en aquel.
En inglés americano a la cara B de los singles de 45rpm le llamaban la “flipside”. Hoy ha quedado la expresión “on the flipside” para referirse a una perspectiva desacostumbrada o a la consecuencia o concomitancia poco deseada de un hecho.